jueves, 4 de junio de 2009

Vulnerabilidad

Después de haberme lastimado el hombro tuve que acudir a citas médicas, pastillas, terapias de rehabilitación y ungüentos mágicos. Además creo que aprobé un curso intensivo sobre las mil y un posturas para poder dormir -dignas y propias sólo de los mejores contorsionistas-.

Algunas cosas de rutina eran todo un reto. Comer con la mano izquierda me obligó retornar a los primeros años de vida donde la actividad motora fina era un nuevo mundo para mí. Debo reconocer que los primeros días después del accidente hasta ponerme una camisa requería mi mejor esfuerzo y de uno a dos minutos de mi corta vida (cosa absurda cuando usualmente tardo menos de 30 segundos). Durante casi 15 días el cabestrillo fue mi atuendo habitual y mi principal enemigo cuando de conducir se trataba (ofrezco disculpas a la humanidad por haberme convertido en un peligro motorizado).

Casi dos meses y medio después me siento recuperado y hoy puedo llevar una vida relativamente normal. Después de tantos años invicto de cualquier dolencia, el haberme accidentado me hizo ver que la vida sólo necesita de pequeños caprichos para hacerme recordar mi insignificancia. Usualmente pasamos por la vida viéndola desde la arrogancia de nuestro pedestal, pensando que estaremos aquí para siempre y en las mismas condiciones.

Pero pasar por infortunios no es lo peor de la vida. Lo peor que puede suceder en la vida es pasar por ella sin haber aprendido...

Gracias a toda esa gente que de alguna u otra forma... siempre ha estado a mi lado.

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